A UNIR TODAS LAS LUCHAS PARA QUE LOS PUEBLOS Y L@S TRABAJADOR@S MANDEN

martes, 23 de octubre de 2012

El 11 de septiembre: ¿Un año más?




Otro año de impunidad, de explotación y sobre-explotación, de pérdida de los derechos fundamentales de las clases trabajadoras, logrados a través de la acumulación de fuerzas mediante mil luchas en los siglos XIX y XX, desde la sumatoria de parlamentarios, alcaldes y regidores, hasta las experiencias subversivas, pasando por huelgas, tomas de fábricas y de tierras para labrar y poblar, paros generales y mucha construcción de orgánica popular, concientización y formación en la teoría revolucionaria y en la práctica ejemplar de los pueblos que vencieron al capitalismo.

            Hablar hoy del 11 de septiembre no puede ser un pedazo de papel digno del muro de los lamentos, no puede asociarse al lloro y a la impotencia.

            Para nosotr«s, el 11 de septiembre es la fecha en que se recuerda a los caídos en el proceso revolucionario, antes, durante y después del golpe de 1973. Es una fecha de memoria para muchos deudos, pero también es el momento en que debemos pensar por qué hubo un golpe dado por los militares y organizado hábilmente por el gran capital transnacional y nacional, con sus aliados del país: empresarios, especuladores de la banca y latifundistas (incluidos muchos que hoy buscan nuestros votos).

Hablar del 11 de septiembre significa poner en el debate de hoy los grandes logros del proceso del mundo popular y, por supuesto, sus históricas deficiencias. No sería correcto sólo considerar los errores sin valorar el cómo el mundo popular en Chile pudo ganar espacios para llegar a dar pasos por un camino que debía llevar a un régimen socialista de transición a una sociedad sin clases. Tampoco sería lo correcto, idealizar la conducción que tuvo el movimiento popular, sin tomar en cuenta que no había condiciones para dar el salto hacia el socialismo y que no podrían prosperar ni la aventura subversiva de organizaciones menores ni la burocratización del proceso en manos de tecnócratas y dirigentes de partidos que apoyaban la misma institucionalidad que se buscaba cambiar.

Pero hay “datos duros” que considerar: el proceso organizado por las fuerzas mayoritarias de la izquierda, y apoyado incluso con bastantes reparos, por la izquierda extralegal, consiguió logros que otra estrategia no hubiera conseguido:
- La nacionalización del cobre, sin indemnizaciones a las empresas norteamericanas. Fue el mayor golpe que recibía el gran capital transnacional y su ente de poder, el imperialismo.
- La profundización de la reforma agraria, buscando una nueva institucionalidad en el mundo campesino, abriendo espacios de participación popular donde había paternalismo reformista. Fue el golpe de gracia al latifundismo.
- La intervención de la banca, hecho poco conocido, y que permitía evitar el saqueo “por dentro” de los recursos de millones de trabajadores/as, depositados en el sistema financiero.
- La construcción de un área de propiedad social y la intervención de muchas grandes empresas, primer paso hacia la constitución de un área de economía socialista.
- La opción del gobierno popular por una política internacional independiente, “no alineada”, que significaba al menos salirse del campo de influencia del imperialismo yanki.
- Un gran intento por establecer un sistema de educación que diese igualdad de oportunidades a todos los educandos, algo por lo que hoy valerosamente luchan los jóvenes de este país. La Escuela Nacional Unificada, ENU, fue en el plano ideológico, una de las iniciativas más atacadas por las derechas.

Todo ello permitió la dignificación “del pueblo” y ayudó a la organización de éste y la creación de gérmenes de poder popular.

Las propias debilidades de la estrategia puesta en práctica, permitieron que el golpe fuese exitoso: La crueldad de los golpistas es la muestra misma del enorme apoyo que encontró el proceso entre el mundo popular, cayendo en la defensa de su gobierno y en la posterior resistencia a la tiranía, los hijos e hijas más valerosas de los pueblos dignificados y alzados.

            Sin desconocer las debilidades del proceso y de sus líderes, y sin entrar en el eterno debate entre “reformismo” y “revolución”, hacemos un reconocimiento desde el campo proletario, a los y las que con Allende a la cabeza, haciendo mucho o poco, defendieron en primer lugar los intereses de las clases trabajadoras.

Allende llamó a “otros hombres” (y mujeres, agreguemos) a superar el momento amargo de la interrupción del proceso revolucionario a la chilena. Estos nuevos hombres y mujeres están aquí y ahora, luchando por revertir la derrota de los pueblos; estuvieron en la juventud popular de los 80, en la Revolución Pingüina, en la lucha de los estudiantes y de la nación mapuche de hoy, en los trabajadores de las minas, de la pesca, de la banca, de los servicios públicos, de los puertos, de la construcción, etc., en los que derrotan al capitalismo contaminador. Por eso no es tiempo de seguir llorando.


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